¿Cuál es el balance de la región Loreto en el 2014? Es la pregunta que nos hacimos todos al terminar el 2013. Diría yo, sin pena ni gloria, en lo que se refiere a gestión gubernamental de los distintos estamentos del estado. Los males a nivel regional se puede resumir en tres palabras: corrupción, contaminación y violencia. Acaba de descubrirse que más de cien empresas inhabilitadas ganan contratos con el estado, en el caso de Loreto dos jueces cuestionados, el de Caballo Cocha, Clinio Fernández Hernández, y el Datem del Marañón, Juan Becerra Marroquín. Cada uno emitió ocho medidas cautelares a favor de empresas investigadas por falsear documentos ante el Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE). Así mismo, cuestionamiento en torno a la construcción de cuatro embarcaciones fantasmas del GOREL sin que se convoque a licitación alguna, según denuncia de Enrique Queija.

La tozudez por llevar adelante los proyectos del ferrocarril a Yurimaguas y la anacrónica y onerosa construcción de la Hidroeléctrica de Mazán, se han vuelto temas del día; no sabemos si lo hacen con el propósito de distraernos para olvidarnos de esa obra mal hecha del alcantarillado y del PTAR que se ha convertido en un verdadero problema para los ciudadanos, sobre todo cuando vienen las épocas de las precipitaciones pluviales. La reciente denuncia por las supuestas irregulares y millonarios contratos con empresas vinculadas al círculo familiar de la alcaldesa, hizo remecer la gestión edil de Maynas. Ni qué decir de ciertas municipalidades distritales, donde autoridades y asesores hacen lo que quieren, porque piensan que es su feudo personal. Todo esto es solo la punta del iceberg que ponemos como ejemplo del grado de posibles actos de corrupción existentes en la Región. En temas de contaminación ambiental, el MINAM declaró en emergencia la cuenca del rio Tigre, producto de la contaminación de más de cuarenta años de explotación petrolífera. 

La amenaza del rio Nanay con alarmantes niveles de contaminación de mercurio y plomo producto de la actividad minera, según informe de la Autoridad Nacional del Agua. Iquitos, capital de la región, se ha vuelto, en estos últimos tiempos, una ciudad violentísima, donde la inseguridad ciudadana reina por doquier frente a la incapacidad y la apatía de las instituciones tutelares; roban, asaltan y se cometen atroces y cruentos crímenes como deporte. Una ciudad donde la inmundicia es pan de cada día, producto no sólo de los cúmulos de basura que hace esta aldea una urbe pestilente, sino, y sobre todo, la basura de la corrupción, que tiene un hedor a rancio y estiércol, como lo tienen los angurrientos que intentan ser millonarios de la noche a la mañana inescrupulosamente a costa del erario público y los recursos mal utilizados en ejecución de efímeras obras en nombre de un falso bienestar ciudadano.

Los sufridos y estoicos ciudadanos tenemos que desplazamos por unas calles donde los huecos son más que los remiendos de asfalto; donde los mendigos, sobre todo niños, y orates pululan por las céntricas vías a vista y paciencia de todo el mundo; donde la contaminación sonora y de gases tóxicos nos tienen los nervios encrispados y al borde de la locura, producto de un obsoleto parque vice motor y trimotor (no sé si quepa el término cuando me refiero a motocicletas y motocarros) y de algunos irresponsables conductores que hacen de la suya en la ciudad. El 2014 serán meses de campañas, proselitismo y clientelaje político. Algunos pensando en su reelección y, otros, en la re-reelección pretenden mostrar en vitrina supuestas obras de envergadura y, como si fuera poco, se presentan con una soberbia, magna egolatría y una especie de idolatría personal que embadurnan la ciudad con carteles (obviamente, pagados con el magro presupuesto institucional) de obras que supuestamente, benefician a la población; empero, en realidad son obras millonarias que para algunos maliciosos y suspicaces, en el fondo solo benefician las arcas de avivatos funcionarios públicos de alto nivel y de pirañitas burócratas que se contentan con recibir migajas que les permitan aparentar una holgada y “digna” vida ante una sociedad que juzga, muchas veces, por las apariencias. El 2014, quisiéramos que no sea así, pero es la realidad que se impone y nos deja con un cierto sabor amargo y una profunda duda hamletiana de ser o no ser.