LIBERTAD, PARA CRECER, CONSTRUIR Y COMPETIR
Dunia de Barnola
“Evolución y crecimiento. Ambos procesos que han exigido de visión, tenacidad, consistencia, empuje, aprendizaje, determinación, compromiso, competitividad. Y en todo ello, elecciones. Y para ello, libertad de elegir.”
Por derecho natural
Se habla con mucha frecuencia respecto a cómo las personas asociamos la libertad a la plenitud de nuestro desarrollo, a la felicidad personal. En líneas generales, todos estamos dispuestos a aceptar el planteamiento de que el ser humano para ser ‘feliz’ requiere contar con la conciencia de que puede construirse una vida de la talla de sus sueños y esperanzas, de que puede plantearse metas y diseñar proyectos más allá de cualquier limitación o cortapisa que plantee el entorno o eso que a veces llamamos ‘realidad’.
Lo cierto es que la misma naturaleza humana (y de cualquier ser vivo en general) incluye el instinto de avanzar, y el proceso de desarrollarse. Biológica, emocional, mental, intelectual y hasta espiritualmente las personas crecemos y nos transformamos a lo largo de nuestras pequeñas o grandes historias.
El relato de nuestras vidas siempre comienza en una mínima expresión de lo que seremos y se expande a lo que terminamos habiendo sido. La mayoría de nuestros ídolos y héroes de referencia constituyen cuentos maravillosos de cómo arrancaron siendo ‘apenas’ tal y lograron convertirse en ‘más cual’.
Evolución y crecimiento. Ambos procesos que han exigido de visión, tenacidad, consistencia, empuje, aprendizaje, determinación, compromiso, competitividad. Y en todo ello, elecciones. Y para ello, libertad de elegir.
Libertad para construir y crecer
Nos toca ganarnos ese derecho a aspirar, soñar, planificar en grande, y negarnos a conformarnos con poco o con menos. Como individuos y como miembros de un colectivo. Como personas y como país. Ganarnos y defender nuestro derecho a vivir el futuro como un abanico de opciones, y a vivirnos como un país grande en el cual trabajamos cada uno y todos unidos por la vocación de avanzar. Cada uno, y todos.
Todos como país emprendedor, como país productivo, como país sembrado de retos y cosas por hacer, como país plagado de dificultades, como país rico en oportunidades y recursos, como país con una historia valiosa y valiente, como país que ha perdido tantas veces el equilibrio y se ha tambaleado una y otra vez entre escenarios disímiles, como país que se ha caído y se ha levantado, como país que no se conforma con un techo, y defiende su cielo abierto.
Mantener nuestro espíritu de competencia puede ser una forma de defender nuestra libertad. Y la libertad es simple y complejamente, una posibilidad de elegir. Si competir nos invita a crear más prosperidad y bienestar, a ampliar las referencias y a vernos como corresponsables de una nueva realidad, más sólida, más estable, más justa, más limpia, entonces competir es una elección.
La elección de avanzar y mejorar, en contraposición a la opción de quedarnos, conformarnos, apagarnos y quedarnos estancados. Competir y cooperar, competir de manera sustentable, competir de cara a construir, competir y sumar, competir y subir el rasero por el que nos medimos, competir y creer que sí podemos, competir y allanar el camino para quienes vienen siguiéndonos los pasos, competir y sorprendernos de cómo mejora nuestro entorno y salen a la luz nuevos ganadores, competir y creer.
Competir y optar por un compromiso con nosotros y con los otros, trabajando desde nuestra libertad de elegir, para que todos tengamos igual opción de elegir.